Salud mental en los profesionales de la educación.

Excelente trabajo sobre la salud mental de los profesionales de la educación que se nos ha enviado desde http://www.aidex.es/.

Salud Mental Laboral en los Profesionales de la Educación.

Eloisa Guerrero Barona y Jesús Carlos Rubio Jiménez

 

Introducción. 1

Importancia del estrés sobre la salud. 3

Definición de estrés laboral 5

Síndrome de Burnout como respuesta al estrés laboral crónico. 5

Principales estresores laborales. 6

Programas y estrategias de intervención. 6

Estrategias de intervención a nivel individual 6

Condiciones que modulan el síndrome de Burnout 7

Programas organizacionales. 8

Bibliografía. 9

 

 

Introducción

 

Peter Warr (1987) diferencia dos términos: “salud mental independiente del contexto” (salud mental global) y “salud mental relacionada con el contexto”. Este último lo utiliza para referirse a la salud mental laboral, que se define como el mecanismo a través del cual la experiencia subjetiva del trabajo afecta a la “salud mental independiente del contexto” o global. Numerosos estudios han demostrado que las características organizacionales y laborales tienen una clara incidencia sobre la salud mental de los trabajadores.

La frase calidad de vida en el trabajo (quality of work life ) durante los pasados 20 años ha aparecido frecuentemente en discusiones acerca de técnicas para prevenir la salud mental laboral. Los programas de calidad de vida en el trabajo, en los que se subraya la importancia de los factores psicosociales y de la salud mental laboral, han intentado mejorar el grado en que los miembros de una organización son capaces de satisfacer importantes necesidades personales en el trabajo (tener una sensación personal de ser útil, ser reconocido por los logros obtenidos, tener oportunidades de mejorar las habilidades y conocimientos, etc.).

 

Como señalan De la Poza y Prior (1988) algunas de las contribuciones más importantes de los estudios de Calidad de Vida Laboral tienen que ver con el diseño de los puestos de trabajo, la valoración del desempeño y los procesos de formación y desarrollo. González, Peiró y Bravo (1996) enfatizan la importancia de la formación y el desarrollo de los trabajadores, que forma parte del proceso de recursos humanos que antepone la dignidad y valía de las personas, de tal forma que, todos los trabajadores necesitan recibir formación en un amplio rango de conocimientos y destrezas necesarios para el desempeño eficaz de sus tareas, pero también, deben recibir formación para la toma de decisiones, el trabajo en grupo , y el desarrollo de habilidades interpersonales.

 

El 10 de Octubre de cada año, se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, con el propósito de difundir a la sociedad y a los responsables de políticas del mundo entero, temas centrales que requieren de la información, participación y compromiso de los distintos sectores implicados. En el año 2000, el tema central fue “Salud Mental y Trabajo”. Así la Federación Mundial de la Salud Mental, acordó priorizar la Salud Mental Laboral para los años 2000 y 2001.

 

En España el interés por la prevención de los riesgos psicosociales y del estrés laboral a quedado plasmado en la actual Ley de Prevención de Riesgos Laborales (B.O.E 10-11-1995), y en el Reglamento de los Servicios de Prevención (B.O.E. 31-1-1997). Estas medidas están concienciando a la sociedad de la importancia que tiene evaluar y prevenir los riesgos de carácter psicosocial para disminuir los accidentes, el absentismo laboral, y en definitiva para mejorar la salud y la calidad de vida de los trabajadores.

Dentro de este marco de análisis e intervención en los problemas de salud mental laboral, el síndrome de quemarse por el trabajo (burnout) ocupa un lugar destacado. Desde que, a finales de la década de los setenta, los psicólogos norteamericanos acuñaron esa expresión, ha aparecido este síndrome en incontables publicaciones científicas internacionales, y se han realizado una gran cantidad de investigaciones, que han contribuido a una mayor comprensión del síndrome.

 

Sin embargo, como señala Ibonne Olza (1999), desde el campo de la psiquiatría los problemas psicológicos propios del contexto laboral no han recibido una atención suficiente. El síndrome de burnout, a pesar de ser un trastornos con una psicopatología propia y diferencial, no puede ser diagnosticado con las clasificaciones psiquiátricas actuales. Así el Manual diagnóstico y estadístico DSM-IV incluye, bajo el epígrafe: “problemas adicionales que pueden ser objeto de atención médica”, la siguiente definición:

Problema laboral (Z56.7): categoría que puede utilizarse cuando el objeto de atención clínica es un problema laboral que no se debe a un trastorno mental o que si se debe a esto, es lo suficientemente importante cómo para justificar una atención clínica diferente. Ejemplos de esto son la insatisfacción laboral y la incertidumbre sobre la elección de una profesión.”

 

En España el Burnout ha despertado un enorme interés. Tal y como queda reflejado en el trabajo de Montalbán, Durán y Bravo (2000), constantemente aparecen noticias en la prensa diaria referentes al impacto que el síndrome tiene en diferentes colectivos profesionales. Por otro lado, cada día son más las páginas web en castellano que le dedican atención específica al síndrome.

 

Este creciente interés social en España por el Burnout, se pone de manifiesto en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (ratificada por el Tribunal Supremo, en diciembre de 2000) en la que se reconoce que, el síndrome del quemarse por el trabajo es accidente laboral si éste se contrae por causa exclusiva de la ejecución del trabajo.

 

Gil-Monte (2000) señala que, a pesar de haber crecido espectacularmente en España la investigación y las publicaciones científicas sobre el “síndrome de quemarse por el trabajo”, el interés por el estudio de este fenómeno, lejos de estar agotado, se proyecta hacia el próximo milenio.

 

Es necesario seguir investigando para delimitar bien las relaciones entre las dimensiones del burnout, para identificar cómo se desarrolla el proceso de quemarse por el trabajo, para mejorar los instrumentos de medida existentes, y para desarrollar programas de prevención e intervención de carácter individual, grupal y organizacional.

 

La mayoría de los investigadores (v.g., Maslach y Jackson, 1981; Coox, Kuk y Leiter, 1993; entre otros) coinciden en que las profesiones más predispuestas a desarrollar el Desgaste psíquico profesional, son aquellas que pertenecen a las ocupaciones asistenciales o de ayuda, que tienen un contacto frecuente y directo con otras personas como su principal tarea de trabajo.

 

Freudemberger (1986) apunta que el Burnout puede padecerse en muchas otras profesiones no asistenciales, que también implican trato directo con personas. Golembiewski, Munzenrider, Carter y Winnubust, que en sus investigaciones emplean como sujetos muestras profesionales que no trabajan en servicios asistenciales (directivos, vendedores), defienden que el síndrome de quemarse se puede desarrollar en todo tipo de profesionales (Golembiewski, Munzenrider, Carter (1993); Winnubust (1993).

 

Numerosos autores, (v.g., Kyriacou, 1980; Cunningham, 1982; Moreno, Oliver y Aragonés,1992; Manassero, Vázquez, Ferrer, Fornés, y Fernández,1994; Yela, (1996), Aluja,1997; o Guerrero, 1998); a lo largo de los últimos 20 años han defendido la necesidad de investigar el Burnout en los profesionales de la educación. Así, Oliver (1993) considera que el síndrome de Burnout no es cuestionable en el caso de la docencia, ya que en estas profesiones se producen problemas somáticos y psicológicos que dañan significativamente la ejecución profesional y porque afecta a las relaciones mantenidas con los alumnos y en definitiva a la calidad de la enseñanza.

 

Son muchas las investigaciones que se centran en el estudio del Burnout en profesiones concretas (Médicos de Urgencias, Profesionales de la Enfermería, Funcionarios de Prisiones, Docentes de todas las etapas y niveles…), acotando el problema, y mejorando por tanto las propuestas de actuación. Esta línea de investigación ha contribuido a que el síndrome de burnout fuera ganando especificidad, lo que ha permitido que vayamos acercándonos a poder elaborar propuestas concretas que consigan prevenir e intervenir en los distintos perfiles profesionales afectados. Dentro de esta línea queremos insertar nuestro trabajo, centrándonos en la problemática específica del Burnout en los profesionales de la educación (profesores de todos los niveles, orientadores, etc) para poder proponer respuestas pertinentes a sus necesidades concretas que mejoren el desarrollo de su práctica profesional.

 

Eloisa Guerrero (1998) expone que con frecuencia los cambios, la calidad y las mejoras que se piden al sistema educativo, se realizan en medio de una falta lamentable de recursos personales y materiales para llevarlos a cabo; añadiendo que en esta situación es fácil asegurar que el Desgaste va hacer acto de presencia.

Las numerosas líneas de investigación que han surgido en los últimos tiempos en torno al estrés laboral vienen a coincidir en que, en este proceso están implicados factores que van desde los personales y el contexto del trabajo, hasta aquellos que están relacionados con la formación que los profesionales reciben.

 

La mayor parte de las personas emplean una buena parte de su vida en actividades laborales, primero preparándose para ello y después, en su ejecución. Las actitudes ante el trabajo, los comportamientos y la manera de entender el trabajo, individual y socialmente, influye en la forma en que se vive la experiencia laboral y en las consecuencias que conllevan.

 

Los programas y cursos de formación sobre control de estrés laboral pueden ser una importante contribución para ayudar a afrontar de forma efectiva sus consecuencias negativas, tanto desde el punto de vista laboral y profesional como personal. Es por ello y constatamos, la necesidad de intervenir en las organizaciones laborales para introducir modificaciones que prevengan y alivien las consecuencias nocivas que pueden llegar a derivarse del estrés en el trabajo.

 

Estamos convencidos y creemos en la importancia de que la salud (individual y organizacional) se entienda como algo a desarrollar y mejorar activamente, teniendo en cuenta que somos nosotros, como personas o como parte de una organización, quienes en definitiva hemos de actuar para mejorar o conservar nuestras condiciones físicas, sociales y psicológicas y así prevenir posibles deterioros.

 

Importancia del estrés sobre la salud

El término estrés fue introducido por Selye a raíz de sus trabajos endocrinológicos para indicar esfuerzo, tensión, acentuación. Es estrés todo lo que es vivido como sobrecarga y así se emplea en fisiología y psicología.

 

La palabra estrés ha sido utilizada desde entonces con bastante ligereza en nuestro lenguaje coloquial. En general, se podría decir que ha tenido muchos significados, pero ninguno lo suficientemente operativo para imponerse sobre los demás.

 

En el ámbito de la psicología ha habido autores que han considerado al estrés como un estímulo, otros lo han considerado como respuesta e incluso otros como interacción entre el sujeto y el medio. Actualmente todos coinciden en que es un proceso amplio, complejo y dinámico y atribuyen al estrés los llamados trastornos psicofisiológicos o tradicionalmente llamados trastornos psicosomáticos.

 

El estrés puede inducir directamente efectos psicológicos y fisiológicos que alteran la salud. También puede influir sobre la salud de una forma más indirecta a través de "conductas no saludables" (estrategias de afrontamiento nocivas como fumar, beber alcohol, conductas de riesgo) o bien inhibir conductas relacionadas con la salud, como el ejercicio físico.

 

 Las conductas relacionadas con la salud, han sido definidas como constitutivas de una vía mediante la cual variables ambientales y personales pueden afectar a los mecanismos fisiológicos e incrementar el riesgo de enfermar.

 

El vivir bajo situaciones estresantes se suele asociar a una reducción de conductas de salud y a un incremento de conductas nocivas para ésta. Se ha visto de igual forma que el apoyo social (grupo de amigos, pertenecía a un club social, etc.) reduce la frecuencia de conductas no saludables e incrementa las saludables (hacer más ejercicio físico y evitar el uso de excitantes). También las variables disposicionales, como tendremos ocasión de ver, han sido vinculadas a la practica de conductas nocivas para la salud (Ibáñez, 1989). La conducta Tipo A se ha relacionado con el consumo elevado de alcohol y con el hábito de fumar y el neuroticismo parece correlacionar negativamente con la práctica continuada del ejercicio físico. Recientemente se han desarrollado algunas líneas teóricas y de investigación que enfatizan los determinantes personales de las conductas de salud.

 

En 1978, la OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no como la mera ausencia de enfermedad. Hoy, este término es considerado como un proceso que permitirá a la persona  adaptarse desde el punto de vista físico, psíquico y social y, transformar su medio externo e interno.

 

Salud y enfermedad no van a ocurrir exclusivamente en el espacio privado de nuestra vida personal. La calidad de vida, la prevención, el cuidado y los problemas de salud configuran todo un denso tejido social y ecológico y es por ello que la salud pública pretende el mejoramiento de las condiciones de vida y del nivel de la comunidad mediante la implantación y ejecución de programas que promuevan salud y prevención. Desde esta perspectiva, el objetivo principal no es combatir la enfermedad una vez que se manifiesta como tal, sino una actuación preventiva que posibilite al hombre desarrollar todas sus potencialidades y evite la aparición de procesos degenerativos.

 

Los factores psicológicos (cognitivos, emocionales, motivacionales) producto de la historia de cada persona en un contexto cultural, socioeconómico y político influyen tanto en el proceso de enfermar como en la prevención de trastornos, así como en el mantenimiento del nivel óptimo de salud. Estos factores van a incidir en todos los trastornos y enfermedades, en el agravamiento o mejoría del proceso, en su pronóstico y en el tratamiento. Al mismo tiempo, toda enfermedad física y estado de salud repercutirá en el ámbito psicológico.

 

De la misma manera, nuestras formas de comportamiento, estilos de vida y hábitos pueden acarrearnos problemas de salud o, por el contrario, impedir o retardar su aparición.

 

Costa y López (1986) han señalado que las diez principales causas de muerte en países desarrollados, están determinadas por problemas de conducta y, en consecuencia, podrían reducirse y prevenirse si las personas mejoraran en cinco comportamientos: dieta, hábitos de fumar, ejercicio físico, abuso del alcohol y abuso de fármacos hipotensores. Por otro lado, hay varias razones que justifican la importancia que los factores psicológicos y comportamentales tienen sobre la salud en general:

 

  Epidemiológicas. Los problemas psiquiátricos suponen aproximadamente entre un 20-50% del total de consultas vistas en atención primaria (estrés, ansiedad, depresión, trastornos psicosomáticos, trastornos del sueño, trastornos asociados al alcohol y drogas). Los factores desencadenantes pueden ser personales , interpersonales (conflictos familiares, agresiones) o situacionales (pérdida de empleo, fallecimiento de un ser querido, etc.)

• Cambio en los patrones de enfermedad y morbilidad, es decir, las enfermedades funcionales priman sobre las infecciosas y contagiosas (Labrador y Crespo, 1993).

• Cambio en el modelo de salud desde una perspectiva restaurativa hasta una perspectiva activa,  en el sentido de que el sujeto es el principal protagonista, el que tiene la última palabra y el que debe actuar para mejorar sus condiciones de salud y calidad de vida.

• La escasa utilidad de la cirugía y de la farmacología para solucionar los problemas funcionales. Pueden no existir infecciones ni lesiones en estas enfermedades, sino formas de comportamientos (preocupaciones, ritmo de vida intenso, comidas insanas, urgencia temporal etc.) (Labrador y Crespo, 1993).

 

De lo anterior parece deducirse que desde la Psicología nos vemos en la necesidad de buscar soluciones alternativas que permitan dar respuestas a los retos existentes, incidiendo principalmente sobre patrones de conducta, estilos hábitos de vida y estrategias de afrontamiento. Como ciencia de la conducta, la psicología puede ayudarnos a observar, describir , operativizar, explicar, predecir y modificar comportamientos. Nos enseñará a descubrir y analizar las variables que hacen que un comportamiento se produzca se mantenga o se desarrolle.

 

Más específicamente, la psicología comunitaria y de las organizaciones incorpora recursos teóricos y prácticos de las ciencias del comportamiento y se suma a la labor de optimizar las condiciones de vida social y laboral, promocionar la salud y prevenir la enfermedad.

 

Definición de estrés laboral

Estrés laboral es un fenómeno personal y social cada vez más frecuente con consecuencias importantes a nivel individual y organizacional. A nivel individual afecta al bienestar físico y psicológico y al salud de las personas. A nivel colectivo puede deteriorar la salud organizacional. El modelo de Peiró (1993) distingue seis factores fundamentales: variables ambientales o estresores, características personales, experiencia subjetiva del estrés, estrategias de afrontamiento que desarrolla la persona y la organización, consecuencias producidas por el afrontamiento y por último, consecuencias para la persona y la organización.

Síndrome de Burnout como respuesta al estrés laboral crónico

 

"Burnout “ es un término anglosajón cuya traducción más próxima al castellano sería "estar quemado, sobrecargado, exhausto". También ha sido denominado desgaste profesional.

 

Aunque en principio se definió como una disfunción psicológica que parecía ser típica de profesionales  cuya labor  se realiza en contacto directo con otras personas manteniendo con éllos una relación constante y directa de ayuda, hoy ha sido descrito en otros profesionales.

 

Actualmente se acepta que es fundamentalmente un proceso que se desarrolla por la interacción del entorno laboral y las características personales del sujeto. Se trata de una patología derivada más que de factores biogénicos, de características del ambiente físico y de las demandas del puesto de trabajo y el aspecto más relevante, es el papel que juegan las relaciones interpersonales.

 

La definición de síndrome de Burnout más aceptada ha sido la de Maslach y Jackson (1981) quienes lo consideran como un síndrome tridimensional y como una respuesta inadecuada a un estrés emocional crónico cuyos rasgos principales son:

 

Agotamiento físico y/o psicológico o lo que es lo mismo, es la sensación de no poder más de sí mismo a los demás. Es definido como desgaste, pérdida de energía, agotamiento y fatiga y puede manisfestarse física, psíquicamente o como una combinación de ambos.

Despersonalización, es decir una actitud fría en relación hacia los clientes y que actúa como mecanismo de defensa para protegerse  del cansancio emocional. El profesional  trata de distanciarse también de los miembros del equipo de trabajo, mostrándose cínico, irritable, irónico e incluso utilizando etiquetas despectivas para  aludir a los usuarios o bien tratará de hacer culpables a los demás de sus frustraciones  y descenso de su rendimiento laboral. Todos estos recursos suponen para él  una forma de aliviar la tensión experimentada  de manera que al restringir la intensidad de relación con las  demás personas, está tratando de adaptarse a la situación

Sentimiento de inadecuación profesional y personal al puesto de trabajo, que surge al verificar que las demandas que se le hacen , exceden su capacidad para atenderlas de forma competente. Supone respuestas negativas  hacia uno mismo y a su trabajo típicas de la depresión, moral baja, evitación de las relaciones personales y profesionales, bajo rendimiento laboral, incapacidad para soportar la presión y una baja autoestima. Este tercer componente puede manifestarse de forma clara o bien puede estar encubierto por una sensación paradójica de omnipotencia. Ante la amenaza de sentirse incompetente, el profesional  incrementa sus esfuerzos para afrontar las situaciones dando la impresión  a los que le observan que su interés y dedicación son inagotables.

 

Los síntomas más característico se exponen en el siguiente cuadro:

Psicosomáticos

Frecuentes dolores de cabeza, fatiga crónica, úlceras o desórdenes gastrointestinales, dolores musculares en la espalda y cuello, hipertensión y en las mujeres pérdidas de ciclos menstruales

Conductuales

Absentismo laboral, aumento de conducta violenta, abuso de drogas, incapacidad de relajarse y comportamientos de alto riesgo (conducción suicida, juegos de azar peligrosos)

Emocionales

Distanciamiento afectivo, impaciencia, deseos de abandonar el trabajo, irritabilidad, dificultad para concentrarse, descenso del rendimiento laboral, dudas acerca de su propia competencia profesional y baja autoestima

Defensivos

Negación de las emociones, ironía, atención selectiva y desplazamiento de sentimientos

Síntomas asociados al Síndrome de Burnout


 

Principales estresores laborales

 

A continuación numeramos un listado de los principales desencadentes de estrés laboral:

 

• Grupos ocupacionales. Ej. trabajadores cuello blanco/azul

• Específicos de diferentes ocupaciones; asistenciales; profesores, enfermeras, policías y no asistenciales.

• Factores del puesto de trabajo: factores del ambiente físico, estructura organizacional. Los estresores del ambiente físico incluyen: ruido, iluminación, temperatura, toxicidad, espacio, etc.

• Demandas estresantes del trabajo: trabajos por turnos y nocturnos, sobrecarga de trabajo, exposición a riesgos y peligros.

• Estresores procedentes del contenido del trabajo. Incluye: oportunidad para el control: autonomía y libertad, oportunidad para el uso de habilidades, variedad de la tarea, feedback de la propia tarea, identidad con la tarea y complejidad del trabajo

• Relaciones interpersonales como estresores. Tipos de relaciones y calidad con compañeros, superiores y subordinados.

• Estresores grupales: falta de cohesión, presiones de grupo, clima grupal y conflicto grupal.

• Estresores del desarrollo de la carrera: inseguridad en el trabajo, transiciones de carrera, estresores en los diferentes estadios de la carrera profesional: inicial, consolidación, mantenimiento y preparación para la jubilación

• Estresores a nivel organizacional: estructura de la organización, ambigüedad y conflicto de roles y clima organizacional.

 

Programas y estrategias de intervención

 

Nos resta concluir que la calidad de vida, la prevención y el cuidado ha de formar parte de los objetivos de intervención, por parte no sólo ya de la salud pública sino de la educación y de la formación. Desde este enfoque creemos que la mejor contribución es la implantación de programas que promuevan la prevención y optimización de la salud, que permitan a los profesionales implicados desarrollar todas sus potencialidades y evite la aparición de procesos degenerativos.

 

A partir de las aportaciones de múltiples investigaciones, proponemos sugerencias sencillas y útiles estrategias de intervención para el manejo y afrontamiento del Burnout, enfocadas tanto a las organizaciones como al individuo, ya que en ocasiones puede resultar difícil o imposible eliminar ciertos estresores organizacionales. También hemos incluido un apartado que recoge las condiciones (ambientales, conductuales, fisiológicas y cognitivas) que parecen suavizar los efectos nocivos del Desgaste psíquico sobre la persona, la organización o el propio puesto de trabajo.


Estrategias de intervención a nivel individual

 

Técnicas de relajación física y mental

Técnica de Jacobson, técnicas de respiración (pausada, profunda y diafragmática), meditación (filosofía oriental, yoga, etc.).

Biofeedback

Información sobre el estado biológico al sujeto para su modificación y control

Mantenimiento de buenas condiciones físicas

Hábitos saludables, práctica de ejercicios aeróbicos 3 ó 4 veces semanales, unos 30' ó 40' de intensidad moderada.

Técnicas cognitivas y autocontrol

Detención pensamiento, técnicas de solución de problemas y toma de decisiones, entrenamiento en inoculación del estrés y reestructuración cognitiva.

Estrategias individuales de intervención

Condiciones que modulan el síndrome de Burnout

La literatura revisada parece apoyar la idea de que existen determinadas condiciones (ambientales, fisiológicas y cognitivas) que favorecen u obstaculizan el afrontamiento del estrés laboral. En cuanto a las condiciones ambientales que parecen modular los efectos del afrontamiento del estrés, se ha publicado recientemente abundante evidencia que relaciona el apoyo social con la salud física y psicológica argumentándose que favorece la salud, bien porque se relaciona negativamente con el comienzo de enfermedades o bien, porque facilita la recuperación de pacientes con algún tipo de trastorno (Adler y Matthews, 1994).

También exponerse a situaciones de carácter positivo suaviza la respuesta de estrés. Estas situaciones tiene relación con acontecimientos que en la vida diaria son de fácil acceso y que por razones de tiempo, sobrecargas, etc. no nos permitimos en muchas ocasiones poder disfrutar, tales como actividades de ocio y tiempo libre tan sencillas como: pasear, descansar, oír buenas noticias, recibir sesiones de masaje, ir al teatro, etc. De la misma manera, la literatura sobre control del estrés laboral señala que los recursos utilitarios: dinero, acceso a información, acceso a los servicios sociales y a programas de entrenamiento, van a acompañar el manejo y la facilitación de la resolución en una situación estresante.

En un plano más individual, se ha destacado que las condiciones fisiológicas del sujeto van a favorecer u obstaculizar el manejo del estrés, en el sentido de que cuantos más recursos físicos u orgánicos tenga el individuo, mayor resistencia al estrés tendrá. También se ha argumentado que existe cierta predisposición biológica o estereotipia de respuesta que puede, o bien facilitar las consecuencias nocivas del estrés o bien protegerlas.

Las conductas cognitivas del sujeto también modulan el estrés. Labrador y Crespo (1993) aseguran que existen diferencias entre los individuos en el modo de evaluar las situaciones estresantes: unas personas lo hacen centrándose en las demandas de la situación (sujetos autoeficaces; analizan cómo manejar la situación, se centran en el problema), otras lo hacen centrándose en sí mismo (sujetos autoreferentes; se preocupa cómo les afecta la situación, se centran en la emoción) y otras personas en cambio lo hacen negando el problema o las demandas del medio (sujetos negativistas). Los sujetos autoeficaces llevaría mucho mejor que los anteriores la situación estresante.

El optimismo es otra característica personal que se ha señalado como catalizador del efecto del estrés sobre el sujeto, de manera que, los individuos optimistas seleccionan estrategias de afrontamiento centrándose en el problema, buscan con mayor probabilidad aspectos positivos de la situación y la desdramatizan y perciben la situación más como reto que como amenaza. De igual modo, la sensación de control, el locus de control interno también modularía los efectos del estrés: la creencia de poder manejar la situación y de que ésta depende de los esfuerzos realizados y de las habilidades que se tengan, puede favorecer su resolución. Por el contrario, la pasividad ante situaciones estresantes y pérdida de control se ha relacionado con sentimientos depresivos y  de indefensión.

El último aspecto a destacar es el que se refiere a aspectos conductuales tales como hábitos saludables de conductas, dieta sana y ejercicio físico. En este sentido, una dieta equilibrada, no fumar ni beber en exceso y no consumir excitantes ni fármacos psicoactivos mejoraría nuestro estado de salud y sistema inmunológico al mismo tiempo que modularía la respuesta de estrés. El ejercicio físico moviliza el organismo y mejora su funcionamiento aumentando la capacidad en los sistemas circulatorio, muscular y respiratorio. Se ha comprobado que en los estados de estrés, se movilizan recursos orgánicos como: ácidos grasos, colesterol, glucógeno que rara vez se van a utilizar, ya que la vida moderna no exige respuestas físicas intensas. Estos recursos movilizados y no utilizados pueden llegar a depositarse en el sistema vascular tapizando paredes y vasos, disminuyendo así el paso de la sangre, lo que da lugar a un aumento de la presión arterial, hipertensión y propensión a infartos. Con el ejercicio físico podemos utilizar y consumir estos recursos movilizados por la respuesta de estrés, antes de ser depositadas, e impedir deterioros en el sistema cardiovascular. Los ejercicios recomendables son los aeróbicos como correr, montar en bicicleta, nadar, practicados tres o cuatro días semanales, unos treinta, cuarenta minutos y de una intensidad moderada (Labrador, 1993).

Programas organizacionales

 

Las estrategias de intervención que se han desarrollado en el ámbito de las organizaciones parten del supuesto de que gran parte de los elementos organizacionales pueden convertirse en estresores para las personas

 

Las estrategias de intervención que se centran en algún estresor, tienen como objetivo reducir o eliminar sus consecuencias negativas. Algunas propuestas de intervención han tratado de mejorar las condiciones ambientales del trabajo, los factores intrínsecos y aspectos temporales del mismo, proponiéndose medidas de seguridad e higiene en el trabajo, enriquecimiento del puesto de trabajo, etc.

 

Existen también programas de prevención del estrés aplicables a todo tipo de organización, los cuales recogen un conjunto de conocimientos y técnicas orientadas a los trabajadores que pretenden promover el reconocimiento de los estresores y sus efectos para la salud y ofrecen habilidades de reducción de las experiencias de estrés mediante técnicas adecuadas en cada caso. Generalmente estos programas tienen como objetivo principal desarrollar habilidades personales y producir cambios en las personas como forma de abordar los problemas de estrés sin prestar gran atención a las alteraciones de los estresores de la organización. Estos programas son variados. Unos, orientan sus objetivos a la adquisición de conocimientos, otros tienen como objetivo la adquisición de habilidades y unos terceros combinan ambos tipos de objetivos.

 

La mayor parte de lo que hemos expuesto no deja de ser más que una muestra de las propuestas de intervención ya realizadas. Recordamos que no se ha de olvidarse que los programas de intervención han de insertarse dentro de una planificación estratégica mucho más amplia que involucre la toma de conciencia del problema por parte del sujeto, el deseo y responsabilidad de hacer algo al respecto.

 

Estamos convencidos y de acuerdo con Iwanicki (1983) en que, la conciencia de pertenecer a una población de alto riesgo en síntomas Burnout, sensibiliza a los individuos, no sólo a informar ante sintomatología incipiente sino también, a crear conductas de afrontamiento específicas para muchas de estas situaciones.


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